Gerente comercial en la inmobiliaria familiar (Dunod Propiedades), dueño de un salón de fiestas infantiles, vendedor de vinos en pandemia. Sebastián Gariboldi eligió romper con todo y empezar de cero del otro lado del Atlántico. Tuvo una franquicia de café en Valencia (España), le fue mal, y el año pasado echó a rodar otro proyecto gastronómico con ADN 100% rosarino.

"Venir a Valencia era un plan en familia, en el medio eso se rompió, pero yo lo continué solo", confió Gariboldi a Punto biz. Abrió El Rosarino en febrero de 2024 en pleno corazón de la "ciudad del sol" (Calle del Convento de San Francisco 6) y logró posicionarse con 4,9 estrellas en Google y más de 800 reseñas positivas.

La historia no empezó del todo bien. "Había arrancado con una franquicia de café, pero no estaba preparado para eso. Me di cuenta rápido y en tres meses me reinventé. Ahí surgió El Rosarino. Yo no vengo de la escuela gastronómica, vengo de la inmobiliaria, pero siempre me gustaron los desafíos", aseguró. Hoy, con la camiseta de Rosario Central bien puesta - tanto que armó la peña canalla en Valencia-, dice que no se arrepiente del volantazo: "Ya había venido antes y conocí que había otra vida más linda, aunque es difícil estar lejos de los afectos".

Ubicado a pasos de la Plaza del Ayuntamiento, el restaurante combina a la perfección el sabor argentino con las costumbres españolas. “Al principio pusimos tapas españolas porque Valencia tiene su tradición, su cultura. Pero después me di cuenta de que mi fuerte es la comida argentina. El 75% del público es argentino, aunque el español está recepcionando muy bien la milanesa", afirmó. Si Gariboldi tuviera que hacer un top de las comidas argentinas que más se venden, lo armaría así: la estrella es la milanesa napolitana (la preferida de Lionel Messi), y le siguen las empanadas, el carlito (rosarino de pura cepa) y la provoleta.

El Rosarino ya recibió las visitas de Diego Capusotto y los chicos de la agrupación Nonpalidece. El sueño ahora es que pase por el local Fito Páez. En el salón, las paredes homenajean a íconos bien rosarinos: Lionel Messi, Ángel Di María, el "Negro" Olmedo, Mario Alberto Kempes -cordobés, pero figura de Rosario Central y muy querido en Valencia, y Fito Páez. ¿Un pendiente? Colgar la foto de otro "Negro": Roberto Fontanarrosa.

Gariboldi tiene dos socios capitalistas en Argentina que lo acompañan en el día a día, pero él es quien está en la "trinchera": sábados y domingos, mediodías y noches. "Acá la gente se para en la puerta del restaurante, mira la carta y después se queda leyendo las reseñas. Eso marca la diferencia", explicó. Para seguir atrayendo público local y argentino, colocaron hace poco una pantalla de 75 pulgadas para pasar eventos deportivos.

En una ciudad donde hay más de 15.000 restaurantes, y solo en el centro más de 5.000 (cinco veces más que en todo Rosario), el desafío de destacarse es enorme. Pero los números acompañan: duplicaron la facturación respecto al año pasado. Y lo mejor, sostuvo, es que hay previsibilidad: "Lo bueno que tiene Valencia es que podés hacer proyecciones. No hay un cambio constante de leyes o de fluctuación de la moneda. Yo aprendí de mi padre que hay una sola fórmula: esfuerzo, sacrificio y trabajo. Y acá le sumé perseverancia y paciencia".

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